Hoy en día el SARS-CoV-2 se ha erigido como el protagonista de los cuadros de infección respiratoria. Este virus causa la COVID-19, una enfermedad muy contagiosa que se transmite de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca al toser, estornudar o hablar. El SARS-CoV-2 es un agente vírico nuevo, y la enfermedad COVID-19 expresa una dinámica cambiante que exige actualización continuada. Las medidas de prevención, aplicadas a pacientes y contactos, representan la principal barrera de contención hasta que la vacuna o vacunas sean administradas a un porcentaje suficiente de población y se consiga así la inmunidad colectiva.

Qué es

La COVID-19 es el nombre de la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2. Pertenece al grupo de virus que afectan al aparato respiratorio del paciente. Se trata de un virus muy contagioso que afecta especialmente a personas mayores o con patologías previas.

Diagnóstico

Se realiza a partir de un cuadro clínico. Los síntomas son muy parecidos a los de la gripe, por ejemplo, fiebre, cansancio o tos seca, de ahí la dificultad de diagnosticar y diferenciar el virus de otras enfermedades. Sin embargo, en la actualidad, existen diferentes pruebas de detección de la infección. La detección precoz de los posibles casos es crucial para controlar la transmisión del virus.

Tratamiento

No existe un tratamiento farmacológico que cure la enfermedad causada por el virus, en todo caso, existen tratamientos que alivian los síntomas causados. Actualmente, la única solución para acabar con el virus es la aplicación de las medidas de prevención y el suministro de la vacuna para conseguir la inmunidad de gran parte de la población.

Vivir con la enfermedad

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COVID-19 - De interés - Preguntas frecuentes

Los principales síntomas de la COVID-19 son tos, fiebre y cansancio. Pero también existen otros síntomas que fueron relatados por pacientes que han padecido esta enfermedad como pueden ser dolores y molestias, dolor de cabeza, diarrea, pérdida de gusto u olfato, congestión nasal, conjuntivitis, dolor de garganta, erupciones cutáneas o cambio de colores en los dedos de las manos o de los pies.

Si ha estado en contacto directo con una persona que tiene COVID-19, lo primero que debe hacer es tomar las precauciones necesarias para no contagiar a nadie porque hay un riesgo de que esté infectado. Conocer los síntomas es una práctica importante para saber si ha desarrollado la enfermedad. Si empieza a presentar síntomas de la COVID-19 es necesario permanecer en casa y realizar un autoaislamiento siempre vigilando los síntomas. En el caso de que los sintomas se agraven, busque atención médica.

Tanto los niños como los adolescentes tienen las mismas probabilidades de infectarse que los adultos de otras edades, pero estos grupos suelen tener una menor probabilidad de desarrollar una enfermedad grave. Sin embargo, esto no significa que no hayamos visto casos graves en ambos grupos etarios. Por esta razón, no solo los adultos, pero los niños y adolescentes deben tomar todas las medidas de precaución para no exponerse al virus o ser un vector de transmisión para los mayores.

Lo primero de todo es mantener las manos siempre limpias, lavándolas con agua y jabón o con gel hidroalcoholico porque tanto el jabón como el gel son capaces de eliminar el virus que pueda estar en sus manos. Además, debemos tomar otras precauciones como mantener una distancia mínima de seguridad de 1,5 metros con los demás, evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca, evitar frecuentar locales con aglomeraciones, evitar contactos innecesarios, etc.

El tiempo entre la exposición y la aparición de los primeros síntomas suele ser 5 o 6 días, pero este tiempo puede variar entre un día y dos semanas.

Además de la edad avanzada que ya es un factor conocido por muchos, existen otros factores de riesgo que pueden agravar los síntomas de la COVID-19: cáncer, enfermedad renal crónica, EPOC, insuficiencia cardíaca, obesidad, embarazo, enfermedad de células falciformes, trasplantes de órganos sólidos, fumar y diabetes.

No hay evidencias de que la vacuna de la gripe proteja a un individuo frente a la COVID-19. Solo protege frente a gripe y podría en todo caso, evitar una posible coinfección con la COVID-19.

Los antibióticos son fármacos que solamente son eficaces cuando se trata de una infección bacteriana, no son eficaces contra los virus y sabemos que la COVID-19 es una enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, por eso, su uso no es indicado.

El aislamiento es una medida que sirve para evitar que una persona que sabemos que está infectada por COVID-19 no afecte a los demás, esta persona debe quedarse en casa, no ir al trabajo, a la escuela o a cualquier local público. La cuarentena es una medida tomada para pacientes que sospechamos que tiene la enfermedad por haber estado en contacto con personas infectadas, pero todavía no hay ninguna comprobación de ello, debido a la ausencia de síntomas. El objetivo principal de la cuarentena es prevenir que la enfermedad se propague cuando las personas empiecen a presentar los síntomas.

Los tests rápidos sirven para confirmar la infección en aquellas personas que tuvieron síntomas compatibles con la COVID-19 en el pasado y no se les realizó ningún tipo de test virológico. Estos tests no deben usarse hasta los 12 días de inicio de síntomas.

Aunque el riesgo sea pequeño, sobretodo en pacientes que han tenido síntomas o síntomas graves, el riesgo de reinfecciones existe. Desde marzo de 2020 se han descrito reinfecciones en pacientes, ocurre en casi todas las infecciones respiratorias (bacterianas, víricas y fúngicas) y esta no es una excepción.

Si se detecta la IgM, y solamente IgM sin la presencia de la inmunoglobulina G (IgG), es posible que la persona pueda contagiar, pero lo ideal sería comprobar este resultado con una prueba PCR.

La inmunoglobulina G es un marcador de infección pasada, por eso podemos decir que sí, cuando detectamos valores de IgG el paciente ya no contagia.

Cada país ha elaborado su propio calendario vacunal, para saber cuándo usted podrá ponerse la vacuna es importante consultar al calendario vacunal de su país o de la región donde vive.

Todo ello dependerá del ritmo de contagio, evolución de la infección, de los esfuerzos de vacunación, de la efectividad y eficacia de las vacunas que tenemos y de la coordinación internacional,

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COVID-19 - Vivir con la enfermedad - El paciente

Los pacientes que se ven infectados por la COVID-19 deben tomar precauciones y medidas especiales con el fin de no agravar sus síntomas y proteger a los demás. Para eso, es importante conocer cuáles son los tres síntomas más frecuentes de la enfermedad: fiebre, tos seca y cansacio. Además, también existen otros síntomas que son menos frecuentes como: pérdida del gusto o el olfato (anosmia), dolores, dolor de cabeza, faringoamigdalitis, congestión nasal, ojos enrojecidos, diarrea o erupción cutánea.

Si una persona empieza a presentar los síntomas de la COVID-19 es necesario permanecer en casa y realizar un autoaislamiento siempre vigilando los síntomas. No es necesario buscar atención médica si tiene síntomas leves. Sin embargo, los pacientes que tengan fiebre o tos y además respiren con dificultad (disnea), sientan dolor u opresión en el pecho o tengan dificultades para hablar o moverse deben solicitar atención médica inmediatamente. La mejor manera para solicitar la atención médica es llamando por teléfono para evitar desplazamientos innecesarios.

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COVID-19 y Obesidad

Enfermedades respiratorias y cardiacas, hipertensión y diabetes son consideradas factores de riesgo frente a la COVID-19 y todas ellas tienen un denominador común, se dan en personas con sobrepeso y obesidad.

Las personas con un sobrepeso de 12 kilos o más tienen sistemas inmunitarios debilitados que les hacen estar más expuestos a infecciones. Sufren apnea del sueño que provoca una disminución del oxígeno que llega a las células. Su volumen de grasa corporal hace que sea más difícil realizarles radiografías, ser intubados, ajustarles un respirador o simplemente movilizarlos en una cama o sillón, operaciones todas muy cotidianas en el manejo del coronavirus.

La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) ha demostrado que los pacientes con COVID-19 y sobrepeso han tenido un pronóstico peor en comparación con los pacientes que no lo padecían. Los pacientes que padecen obesidad severa tienen más riesgo de hospitalización, cuidados intensivos, ventilación mecánica (intubación) e incluso de muerte. Y esta condición no solo afecta a personas mayores, sino también a personas más jóvenes.

Una adecuada alimentación resulta esencial para evitar el agravamiento y la muerte por el virus. Según estudios, las personas con sobrepeso tienen un 46% más de riesgo de contagiarse, un 113% de hospitalización, un 74% de ingreso en la unidad de cuidados itensivos (UCI) y el riesgo de mortalidad es un 48% superior. Por esta razón se considera la obesidad como un factor de riesgo.

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Sistema muy complejo de nuestro organismo (compuesto por una serie de órganos y células) que nos defiende frente a infecciones, enfermedades y sustancias extrañas.

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COVID-19 - Vivir con la enfermedad - Régimen de vida

Vivir un momento tan especial como es la pandemia COVID-19 exige algunos cuidados especiales que debemos tener en cuenta para protegernos y evitar contagios:
  • Usar mascarillas que cubran la boca y la nariz es imprescindible siempre que salgamos de casa.
  • Lavarse las manos con agua y jabón con frecuencia. Cuando no sea posible, también se puede emplear el uso de gel hidroalcoholico antiséptico para mantener la higiene.  
  • Evitar poner las manos en los ojos, boca, nariz y en la mascarilla.
  • Cubrir la boca con un pañuelo o con el codo flexionado al estornudar o toser.
  • Evitar ir al supermercado en las horas punta una vez que es más difícil mantener la distancia de seguridad en estos momentos. Haga la compra con reparto a domicilio para evitar desplazamientos innecesarios.
  • Mantentener una distancia de seguridad de 1,5 metros con los demás.
  • Evitar chocar las manos, estrecharlas, golpear los puños o los abrazos.
  • Evitar compartir alimentos y bebidas con los demás.
  • Aquellas personas con afecciones médicas preexistentes han de evitar lugares concurridos.
  • Se recomienda la práctica de deportes al aire libre siempre y cuando se pueda mantener las distancias de seguridad.

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COVID-19 - Tratamiento

La pregunta que se hace todo el mundo desde que empezó la crisis por la COVID-19 es si existe algún medicamento o vacuna contra el virus.

Lo cierto es que . Hoy en día podemos afirmar con seguridad uno de los recursos para luchar contra la pandemia y eventualmente acabar con ella es la vacuna.

Sin embargo, hasta el momento, ningún tratamiento o medicamento ha demostrado curar esta enfermedad. Existen fármacos que consiguen aliviar los síntomas del virus, pero en ningún caso, curan la enfermedad. Es muy importante tener esto claro. La Organización Mundial de la Salud recomienda no automedicarse con ningún medicamento, con especial atención a los antibióticos. Porque como es bien sabido, los antibióticos no son eficaces contra los virus, solo son eficaces contra las infecciones bacterianas.

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Tratamientos

Una vez contraída la infección es necesario conocer qué opciones tenemos para superar el virus con éxito. De momento se está probando la efectividad de varios tratamientos. En cualquier caso muchos científicos afirman que, una vez que la persona esté vacunada, estos tratamientos no serán necesarios dada la alta efectividad de las vacunas actualmente disponibles como las de Pfizer/BioNTech y Moderna, aunque podrán ser utilizados de todas formas como un complemento.

Los científicos señalan que la vacunación será una respuesta eficaz contra el virus, sin embargo, los estudios sobre tratamientos en contra de la COVID-19 siguen en curso. Algunos de ellos han acumulado evidencia de que son efectivos, sin embargo, la mayoría todavía se encuentra en diferentes etapas de investigación o han quedado descartados.

Se centra el foco en un nuevo fármaco llamado Aplidina (plitidepsina). Un medicamento desarrollado por la empresa farmacéutica española Phamamar. Se desarrolló inicialmente para tratar el cáncer pero tras varios estudios, se ha demostrado que también podría ayudar a combatir el virus. El medicamento está formulado a partir de un principio activo, la plitidepsina, extraído de la asicidia Aplidium albicans, un animal marino invertebrado presente en las aguas del mar Mediterráneo. La plitidepsina tiene propiedades antivirales y antitumorales. Cuando una célula está infectada y es tratada con plitidepsina, la capacidad que tiene el virus de replicarse, desaparece. Eso ocurre porque este compuesto químico actúa sobre la estructura que el virus necesita para reproducirse.

Otro fármaco esperanzador es la colchicina. Se utiliza para tratar la gota y la fiebre mediterránea familiar. Es un antimitótico que detiene o inhibe la división celular en metafase, impide la multiplicación celular y el desplazamiento de ciertas células inmunitarias hacia áreas inflamadas. Es un tipo de alcaloide y de inhibidor mitótico. Es extraído del azafrán silvestre y tiene propiedades antiinflamatorias. Se investigó que la combinación de la colchicina y corticoides tienen un efecto positivo en los pacientes cuando se administran de forma precoz en la fase inflamatoria de la enfermedad.

Dada la rapidez en que acontecieron los hechos y el poco conocimiento de la enfermedad, los médicos recurrieron a medicamentos que se emplean para el tratamiento de otras patologías. Hoy en día, muchos de ellos se han suspendido por ensayos clínicos que demonstraron resultados clínicos insuficientes. Entre ellos se encuentran:

  • Hidroxicloroquina, un antimalárico.
  • Ritonavir y lopinavir, inhibidores de proteasa. Dos antivirales que se emplean para el tratamiento del VIH.
  • Azitromicina, un antibiótico (familia antibióticos macrólidos) utilizado para tratar infecciones bacterianas, por ejemplo, la bronquitis, neumonía, enfermedades de transmisión sexual y otras infecciones.

También se hablan de otros fármacos como por ejemplo la dexametasona, un potente glucocorticoide sintético. Actúa como antiinflamatorio e inmunosupresor.Los médicos han señalado que la dexametasona es beneficiosa en pacientes graves que necesitan oxígeno. Se suministra en dosis bajas a los enfermos intubados con afectación pulmonar y sistémica. La OMS recomienda su uso y sobretodo para el caso de pacientes graves.

Otro fármaco estudiado es remdesivir, uno de los medicamentos aprobados por la FDA- Food and Drugs Administration de los Estados Unidos (Administración de Medicamentos y Alimentos de los EE. UU). Se trata de un medicamento antiviral, un inhibidor del ARN polimerasa. Inicialmente se desarrolló para la enfermedad causada por el virus del Ébola, pero los científicos han demostrado que también es eficaz contra el SARS-CoV-2. El fármaco ha demostrado acortar la estancia hospitalaria y el tiempo de recuperación del paciente. La autorización para su uso está limitada, se empleará para el tratamiento del virus en adultos y adolescentes mayores de 12 años con neumonía y necesidad oxígeno y debe administrarse dentro de los siete primeros días desde el inicio de los síntomas.

La terapia con plasma ha tenido éxitos pero su desarrollo no puede ser extendido ampliamente. El uso de plasma sanguíneo de pacientes recuperados ayuda a la mejor recuperación de mayores de 65 años. Pero aún no existen pruebas contundentes.

Vacunas

Hoy en día, ninguno de estos tratamientos anteriores muestran una potente acción antiviral frente al virus, sin embargo, pueden ayudar al tratamiento en casos graves y concretos y a mejorar la evolución clínica de algunos pacientes.

Por lo tanto, actualmente la única solución para frenar la enfermedad es la vacuna. Hoy en día, no podemos hablar de una sola vacuna sino de varias.

La primera vacuna que ha conseguido recibir la validación para uso en emergencias de la OMS ha sido la vacuna COMIRNATY, de ARN mensajero, contra la COVID-19 de Pfizer/BioNTech. Los datos de seguridad, eficacia y calidad de la vacuna fueron examinados por expertos en reglamentación de todo el mundo convocados por la OMS y por los propios equipos de la organización. Después de haber pasado el examen, la OMS estableció que la vacuna cumplía los criterios imprescindibles de seguridad y eficacia establecidos, y que los beneficios de su uso compensan los posibles riesgos.

Además de la vacuna mencionada, están disponibles otras, entre ellas la de Moderna, AstraZeneca, Sputnick V y CoronaVac. Y aún se están desarrollando muchas posibles vacunas candidatas contra la COVID-19.

¿Cuáles son las principales características de cada una de estas vacunas?

La vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech, COMIRNATY (BNT 162B2), es una vacuna de ARN mensajero (ARNm) que será administrada vía intramuscular en la parte superior del brazo y se trata de 2 dosis suministradas con una diferencia de 3 semanas. Es una vacuna que necesita congeladores con capacidad de ultracongelación a temperaturas de -90ºC a -60ºC, pudiendo ser almacenada de esta forma por 6 meses. Una vez que se trasladan a neveras deben ser usadas en un período máximo de 5 días, las dosis que no se utilicen en estos 5 días deben ser descartadas. La eficacia de la vacuna es de 94,5%.

Esta vacuna no contiene trazas de proteína derivada del huevo, conservantes, ni látex y se recomienda la vacunación para la población mayor de 16 años. Será suministrada en países como Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Chile, Costa Rica, Croacia, Dinamarca, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Israel, Italia, Luxemburgo, México, Marruecos, Panamá, Portugal, Suecia, Suiza, Reino Unido.

Vacuna Moderna

La vacuna de Moderna (MRNA1273) también se trata de una vacuna de ARN mensajero y de una vacuna en 2 dosis, pero a diferencia de la vacuna de Pfizer, esta debe ser administrada con un intervalo de 4 semanas entre la primera y la segunda dosis. Es una vacuna que debe ser congelada entre -25ºC y -15ºC y debe ser usada en los 7 meses siguientes. Una vez que la misma es descongelada y pasa a estar refrigerada de 2 a 8ºC la vacuna debe ser usada en un período máximo de 30 días, y en caso de que no sea posible debe ser descartada. La eficacia de esta vacuna es del 93,6%.

La vacuna no está recomendada para menores de 18 años y tampoco tiene proteínas derivadas del huevo, conservantes ni látex. Países como Alemania, Bélgica, Bulgaria, Canadá, Dinamarca, Israel, Italia, Holanda, España, Estados Unidos, Suiza vacunarán  a su población con esta vacuna.

Vacuna de AstraZeneca y Oxford

La vacuna de AstraZeneca y Oxford (AZD1222) es una vacuna de tipo vector viral no replicante administrada de forma intramuscular y sus 2 dosis deben ser administradas con una diferencia de 4 semanas. Esta vacuna no está recomendada para los mayores de 65 años.

Será suministrada en países como Bangladesh, Brasil, Inglaterra, India, Maldivas, Marruecos y Reino Unido.

Vacuna Sputnik V

La vacuna rusa Sputnik V está basada en vectores adenovirales humanos y ha sido confirmada con una eficacia del 91,4%. Al igual que otras vacunas debe ser administrada en 2 dosis con una diferencia de 3 semanas entre la primera y la segunda dosis.

Se suministrará la vacuna Sputnik en países como Argelia, Argentina, Rusia y Serbia.

Vacuna CoronaVac

La vacuna China CoronaVac, de la farmacéutica Sinovac, utiliza una versión químicamente inactivada del SARS-CoV-2. Se administrará de forma intramuscular y se puede almacenar en una nevera común de 2 a 8ºC. Sus 2 dosis deben ser administradas con intervalo de 2 semanas.

Brasil, China, Indonesia, Serbia, Turquía han adquirido dosis de la vacuna para su población.

¿Quién no debe vacunarse?

Pese a que todos deberían vacunarse, existen algunos grupos especiales que deben tener cuidado con la vacuna por motivo de las reacciones alérgicas que la vacuna puede causar. Por eso, no se recomienda la vacuna si la persona ha tenido una reacción alérgica grave o una reacción alérgica inmediata a algunos de los ingredientes de las vacunas, tampoco se recomienda si ha tenido alguna reacción alérgica tras recibir la primera dosis o si es alérgico a polietilenglicol (PEG) y al polisorbato que son ingredientes relacionados y están en las vacunas de ARNm.

¿Cuándo podré vacunarme?

Durante todo el año 2020 hemos esperado por una vacuna para frenar el coronavirus. Finalmente, tras este tiempo de espera hemos logrado aprobar algunas vacunas que están siendo utilizadas en los diferentes países del mundo. Cada país está firmando acuerdos con las diferentes farmacéuticas para poder inmunizar a la población y para esto han creado calendarios de vacunación de acuerdo con sus necesidades.

En Estados Unidos, por ejemplo, el calendario de vacunación tiene las 3 primeras fases bien definidas. En primer lugar, se espera vacunar al personal sanitario y residentes de centros de cuidados de ancianos, luego se vacunarán a los trabajadores esenciales de primera línea como bomberos, policías, etc y personas mayores de 75 años. En un momento posterior, se vacunará a las personas entre 65 y 74 años, personas entre 16 y 64 años con enfermedades que puedan ser de riesgo y por último otros trabajadores esenciales.

México es otro país que tiene un calendario vacunal parecido, pero ha optado por dividir la población en 7 grupos distintos. Primero los trabajadores de salud, y a continuación se priorizarán los grupos por edad, primero los mayores de 80, después entre 70 y 79, 60 a 69... hasta llegar a los menores de 40 años que serán el último grupo en recibir la vacuna. La estrategia de México está dividida en 5 etapas distintas y esperan vacunar a toda la población hasta marzo de 2022.

En España el calendario de vacunación ha sido estructurado de acuerdo con distintos grupos de riesgo. La vacunación se dividirá en tres fases, en los primeros tres meses se espera vacunar a todos los individuos que incluídos en la fase 1:

  • Residentes y personal sanitario y sociosanitario en residencia de personas mayores y con discapacidad
  • Personal sanitario de "primera linea"
  • Otro personal sanitario y sociosanitario
  • Grandes dependientes no institucionalizados

Las fases 2 y 3 del calendario de vacunación empezarán en abril. En esta, se espera vacunar:

  • A los mayores de 64 años
  • A las personas con condiciones de riesgo
  • A los que viven o trabajan el entornos cerrados
  • A la población vulnerable (social y económicamente)
  • A los sectores esenciales
  • Al personal docente
  • A la población infantil
  • A los adolescentes y jóvenes
  • A la población adulta
  • A la población proclive a sufrir brotes
  • A las embarazadas y lactantes
  • A los seropositivos en COVID-19

Se espera que en los primeros trimestres del 2021 se lleve a cabo la vacunación de toda la población.

¿Las vacunas tienen efectos adversos?

Puede existir miedo por parte de la población sobre los efectos adversos que pueda causar la vacuna. Algunos ciudadanos se muestran reacios a la misma, pero no existen razones por las que desconfiar, las vacunas son aprobadas por las agencias reguladoras. Estas realizan ensayos clínicos que demuestran que son seguras y eficaces. En el caso de la vacuna que se está suministrando en muchos países, COMIRNATY (Pfizer) la AEM, la Agencia Europea del Medicamento, ha declarado disponer de datos suficientemente sólidos para recomendar la autorización de comercialización de la misma.

Si una cosa ha quedado clara es que ni un medicamento ni una vacuna está 100% libre de efectos negativos. Con esta vacuna puede haber reacciones adversas más graves, como las reacciones alérgicas u otras, pero son muy poco frecuentes. Hay un número elevado de ciudadanos que ha participado en los ensayos clínicos, y la mayoría de las reacciones adversas más frecuentes ya se han podido identificar y diagnosticar.

Los efectos adversos observados más comunes son el dolor, hinchazón y enrojecimiento en el sitio donde se suministró la vacuna, pero también se han observado efectos como escalofríos, cansancio, dolor de cabeza y fiebre que fueron más comunes tras recibir la segunda dosis.

Vacunas en la Unión Europea

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las vacunas frente a la COVID-19 autorizadas en la Unión Europea en el momento actual son las siguientes:

  1. Vacuna Pfizer/BioNTech
  2. Vacuna Moderna
  3. Vacuna AstraZeneca/Oxford

Con respecto a España, la vacuna que se está suministrando es la vacuna COMIRNATY, la creada por la farmacéutica, Pfizer y la empresa de biotecnología alemana, BioNTech.

Esta vacuna, autorizada por la Comisión Europea el pasado 21 de diciembre, comenzó a suministrarse el 27 de diciembre en todas las comunidades autónomas simultáneamente a los grupos priorizados.

De todas formas, la Comisión Europea está negociando más vacunas.

 

Gracias al esfuerzo de toda la comunidad científica se han desarrollado varias vacunas a nivel mundial que son capaces de prevenir o erradicar la enfermedad. Aunque el éxito de las vacunas nos hace estar cada vez más cerca de la normalidad, la verdad es que aún queda un largo camino por recorrer. Los expertos en la materia dicen que será necesario vacunar a la gran mayoría de la población para alcanzar una inmunidad colectiva mínima necesaria para frenar la enfermedad. La OMS calcula que deberá ser vacunado entre el 60% y el 70% de la población mundial.

Mientras tanto, hasta lograr la inmunidad de un alto porcentaje de la población, debemos continuar con las formas más eficaces que ya todos conocemos para protegerse a uno mismo y a los demás, uso de mascarilla, lavado de manos y distancia interpersonal.

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Producto compuesto de microorganismos (bacterias o virus) muertos o debilitados que se administra a una persona para la prevención o el tratamiento de enfermedades infecciosas.

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Protección de una colectividad frente a determinadas enfermedades por el hecho de que un alto porcentaje de la población de esa colectividad esté inmunizado frente a esas enfermedades. Esto hace que las posibilidades de que se produzca un brote epidémico de éstas en esa colectividad sean muy escasas. Este tipo de inmunidad es el que se consigue con las vacunas sistemáticas, es decir, las que se administran a toda la población.

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COVID-19 y Salud mental

La crisis desencadenada por la pandemia ha causado innumerables daños. Debido al incesante aumento de casos, nos hemos visto obligados a permanecer en casa durante una temporada y a adaptar nuestra vida a este nuevo entorno. A raíz de esta situación de incertidumbre, un elevado porcentaje de la población ha empezado a padecer enfermedades mentales tales como la ansiedad, la depresión, la bipolaridad y otros trastornos tales como estrés agudo entre otros.

La situación de las personas que tenían problemas mentales con anterioridad a la pandemia se ha visto afectada y un porcentaje de la población que disfrutaba de una buena salud mental ha visto como esta se deterioraba en los últimos meses.

Los expertos observaron que un gran porcentaje de pacientes presenta pensamientos y comportamientos similares: bajos ánimos, dificultad para ejecutar las actividades de la vida diaria, pensamientos negativos, pensamientos rumiativos, distorsión de la realidad, negatividad, pánico al futuro, sensación ansiosa, insomnio, preocupación recurrente en torno a la situación sanitaria y económica.

Estos síntomas no solo se pueden observar en adultos, sino también en niños y adolescentes. Los expertos afirman que 1 de cada 4 niños padecen síntomas depresivos y de ansiedad debido a la situación causada por la pandemia. Las circunstancias anormales que estamos viviendo están provocando secuelas en la población infantil. Esta situación ha supuesto una limitación en como los niños socializan, aspecto fundamental en sus etapas de crecimiento y desarrollo. Debemos prestar atención a estos niños y niñas para que sus trastornos no permanezcan en el tiempo y no desemboquen en problemas mayores.

Los adolescentes también sufren estos trastornos. Muchos de ellos han visto truncados sus estudios, sus actividades, su vida social, etc. Ellos son más conscientes de lo que ocurre en comparación con los niños. Sin embargo, en general ninguno de los dos grupos considera que están "enfermos" y por lo tanto no suelen pedir ayuda. Va a ser muy difícil por parte de los padres saber qué les ocurre, por eso sería recomendable prestar atención a su comportamiento y tomar acción antes de que sea tarde.

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COVID-19 y Diabetes

La diabetes, si no se trata, puede traer complicaciones sobre todo de índole cardiovascular, por ejemplo, infarto de miocardio, ictus, ceguera y otras más graves. Con respecto a la situación que estamos viviendo, en caso de que una persona con diabetes se infecte de COVID-19, tendrá más probabilidades de sufrir complicaciones graves e incluso llegar a la muerte.

Un buen control de la diabetes es fundamental para prevenir futuras complicaciones a causa del virus. Los expertos resaltan que la enfermedad en sí no es un factor de riesgo de contraer el virus, el peligro reside en la peor evolución de la enfermedad y la existencia de comorbilidades, es decir, la presencia de uno o más trastornos además de la enfermedad en cuestión. Además, como cualquier infección, el virus puede descompensar la evolución de una enfermedad previa del paciente. En caso de la diabetes, podría verse descompensada necesitando más aporte de insulina o cambios en la medicación antidiabética.

Dentro de los tipos de diabetes, el tipo II es el que más riesgo tiene por las comorbilidades asociadas como hipertensión, obesidad e insuficiencia cardíaca.

Los expertos recomiendan, además de un tratamiento apropiado, realizar ejercicio con frecuencia, seguir una dieta saludable para mantener un buen control glucémico que ayude a la mejor evolución de la enfermedad y si es posible, vacunarse contra la gripe porque la coincidencia de ambas enfermedades puede ser catastrófica.

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COVID-19 y Deporte

Todos sabemos que para mantener una vida saludable, además de controlar nuestros hábitos alimentarios, debemos también practicar actividades físicas con regularidad. Durante la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 nos hemos visto obligados a cambiar nuestras costumbres a la hora de la práctica de deporte.

¿Qué medidas debemos adoptar para que la práctica de deporte sea segura?

Existen algunas precauciones y medidas que debemos tener en cuenta para que evitemos riesgos de contagio durante la práctica del ejercicio físico:
  • No compartir materiales de uso individual como guantes, cascos, botellas de agua, bates, toallas.
  • Usar una mascarilla capaz de cubrir la nariz y la boca durante la práctica de deporte para la propia protección y la de los demás.
  • Mantener limpios los materiales de uso compartidos en centros deportivos. Es importante limpiarlos antes y después de su uso con un desinfectante apropiado.
  • Elegir entornos al aire libre para la práctica de deporte siempre que sea posible. En caso de que no sea posible, evitar las horas pico en los centros deportivos.
  • Evitar el contacto cercano con los demás, la distancia de seguridad que debemos mantener es de al menos 2 metros.
  • Evitar chocar o estrecharse las manos, golpear puños y los abrazos durante la práctica de deportes en grupo.
  • Llevar consigo una mascarilla adicional para poder cambiarla en caso de que se moje, la mascarilla humedecida dificulta la respiración y no nos protege una vez que pierde su capacidad de filtración.
Lo más importante es que nos quedemos en casa si tenemos un resultado positivo en un test de diagnóstico de COVID-19, hemos estado en contacto con alguien que dio positivo o en caso de síntomas compatibles con la COVID-19. Los asintomáticos deben abstenerse de entrenar durante por lo menos dos semanas a partir de la fecha de resultado positivo de la prueba de coronavirus.

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Se denomina asintomática, en relación con una patología, a una persona que no presenta síntomas propios de esa condición de salud.

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COVID-19 - Diagnóstico

Identificar un caso de COVID-19 es complicado porque los síntomas pueden ser muy parecidos a una gripe, por ejemplo, fiebre, cansancio, tos seca o dolor de cabeza. Sin embargo, se han visto casos de pacientes con síntomas muy diferentes a los mencionados y que finalmente han resultado ser positivos.

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¿Puede la COVID-19 provocar otros síntomas?

Sí, por ejemplo, hay pacientes que han presentado un amplio espectro de manifestaciones dermatológicas. Pacientes con cuadros urticariales, cuadros de trombosis venosas distales, sabañones muy pruriginosos y otras lesiones cutáneas de la misma índole. Esto es debido a la alteración de la coagulación en la sangre. Los pacientes contagiados tiene un riesgo incremental de padecer coagulopatías.

En un estudio alemán que se ha llevado a cabo al principio de la pandemia, se ha realizado la autopsia de once pacientes. Cuatro de los once pacientes han fallecido de embolismos pulmonares o de trombosis venosas no sospechadas durante el cuadro clínico.

Otro estudio inglés, de 13/14 pacientes, ninguno ha fallecido consecuencia de alguna coagulopatía, sin embargo, se produjeron daños importantes en diferentes estructuras como por ejemplo, el hígado.

Otro ejemplo de síntomas distintos a los habituales son los síntomas oculares como por ejemplo la conjuntivitis. Es más, se ha estudiado que cuanto más grave es la conjuntivitis, mayor es la gravedad del paciente.

También se han visto pacientes que han presentado síntomas relacionados con el sistema nervioso central. Se han visto muchos casos de pacientes con cuadros neurológicos, que van desde la fiebre, la desorientación, el dolor de cabeza, hasta la anosmia. La anosmia, pérdida de olfato, parece ser bastante frecuente en mujeres y en gente joven.

La anosmia no se produce por una alteración en el nervio, aunque patológicamente podríamos pensar que el virus podría atravesar la barrera hematoencefálica e ir a través de la lámina cribosa (estructura anatómica cercana a las fosas nasales), lo cierto es que la lesión está en las células de esa lámina. Solo hay un caso en el mundo donde se haya detectado el virus en el líquido cefalorraquídeo.

Diagnóstico

La detección precoz de todos los posibles casos de COVID-19 es uno de los puntos clave para controlar la transmisión del virus, por eso la capacidad diagnóstica es una estrategia fundamental para controlar la pandemia.

En la actualidad, existen dos pruebas de detección de infección activa y la elección de cuál debemos utilizar depende de en qué momento de la infección estemos (cuántos días han pasado desde que detectamos por primera vez los síntomas de la enfermedad).

Prueba PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa)

Esta prueba sirve para detectar el ARN (ácido ribonucleico) viral mediante RT-PCR o técnica molecular equivalente. Se trata de una prueba que debe ser realizada por personal sanitario cualificado en la que se toma una muestra del tracto respiratorio, a partir de la introducción de un hisopo por las cavidades nasales y por la boca de manera profunda con el fin de detectar fragmentos de material genético del virus, es decir, su ARN.

Esta prueba es la que más fiabilidad presenta y es la técnica de referencia para el diagnóstico de infección activa, tanto en pacientes con síntomas como en asintomáticos incluso en el período de incubación. Sus resultados se obtienen aproximadamente entre las 24 y 48 horas posteriores a la ejecución del examen.

Se recomienda realizar la prueba cuando un individuo tenga síntomas compatibles con la COVID-19, en caso de contacto con una persona que tenga el virus o en otros casos como por ejemplo viajes si el otro país lo exige, o en caso de deportistas si se hace necesario por la organización de eventos deportivos.

Prueba rápida de detección de antígenos: (Antigen Rapid Diagnostic Test, Ag-RDT)

Esta prueba sirve para detectar proteínas virales (antígenos) del SARS-CoV-2 en muestras de las vías respiratorias. También se realiza una toma de muestra mediante un exudado preferiblemente nasofaríngeo y orofaríngeo. La gran diferencia entre esta prueba y la PCR es que esta tiene una alta fiabilidad en pacientes sintomáticos, pero su diagnóstico es variable en pacientes asintomáticos y es eficaz solamente dentro de los cinco primeros días tras el inicio de síntomas, pero es una técnica cuyo principal potencial es el de proporcionar un diagnóstico rápido (15-20 minutos).

La OMS recomienda que ante las diferentes pruebas de detección de antígenos sólo deben utilizarse aquellas que cumplan los criterios de sensibilidad superior al 80% y especificidad superior al 97% y que hayan seguido los estudios de validación por laboratorios clínicos de referencia nacional o internacional.

Tests serológicos para detección de la COVID-19

Además de estas dos pruebas anteriores de detección activa, existen tests serológicos que detectan los anticuerpos producidos por el organismo humano en respuesta a la infección por el SARS-CoV-2. Para realizar este test, se extrae una muestra de sangre mediante una punción indolora en el dedo que sirve para medir la respuesta tras el contacto con el virus y puede ser útil, indicando una enfermedad activa si desarrollamos la inmunoglobulina M (IgM). Con este test también podemos identificar la inmunoglobulina G (IgG) que es el anticuerpo que se produce después de la infección e indica la enfermedad pasada.

La OMS no considera que estas pruebas por si solas sirvan para el diagnóstico en la fase aguda de la enfermedad.

¿Cómo interpretamos los valores de la inmunoglobulina M (IgM) y de la inmunoglobulina G (IgG)?

A partir de la primera semana de infección los pacientes empiezan a presentar la IgM, a partir de la segunda o de la tercera semana los anticuerpos tanto la IgM como la IgG alcanzan su valor máximo, pero tras un periodo de 2-3 meses la IgM desaparece y la IgG se mantiene por un periodo más largo. Por esta razón, tener una IgM positiva sin tener en cuenta el estadio de la infección, no tiene un significado importante, lo que sí es importante es monitorizar si la IgM está bajando o subiendo para saber si este paciente es o no todavía infeccioso. No obstante, en el momento que el paciente presente la IgG positiva, significa que el mismo está curado porque la IgG es un marcador de infección pasada y no hace falta la realización de más pruebas. Si el SARS-CoV-2 se comporta de la misma forma que las otras epidemias que tuvimos como fue el MERS y el SARS, los pacientes que desarrollen estas inmunoglobulinas tendrán inmunidad entre 4 y 6 años.

Encuestas serológicas apuntan que hay una parte de la población que ha perdido sus anticuerpos a lo largo de un periodo corto de tiempo, es decir, para estas personas, la inmunidad tiene cierta evanescencia.

¿Qué dicen los especialistas sobre la infección del virus?

Los datos que ya llevamos acumulado desde el inicio de la pandemia revelan que el SARS-CoV-2 afecta bastante más a los hombres que a las mujeres, por ejemplo en lo que respecta a la hospitalización, posiblemente debido a una mayor presencia de comorbilidades en los varones. Con relación a la edad, se ha visto que la mayor parte de los fallecidos tenían edades por encima de los 70 años, pero no es un marcador definitivo relevante para saber si un paciente va a tener más complicaciones o no, toda vez que hemos tenido muertes de personas de todas las edades. Lo que sí podemos decir es que para mayores de 70 años la tasa de letalidad llega a un 4% (prácticamente todos tienen alguna enfermedad previa asociada) mientras la tasa de letalidad en la población infantil estimada es mucho menor.

El virus de la COVID-19 entra en la célula a través del receptor ACE2 con la ayuda de una proteasa celular, se internaliza y empieza a utilizar la maquinaria celular para reproducirse. En los pacientes que tienen una peor evolución, hay una afectación tanto de los neumocitos como de los macrófagos en la zona pulmonar y en las zonas vasculares, y de esta manera atraen cada vez más citoquinas, y el exceso de respuesta inmunitaria que provocan estas es lo puede llevar a cuadros clínicos severos que terminan causando la muerte del paciente. Esta tormenta de citoquinas es lo que preocupa a los médicos, porque causa una respuesta innata, que es la primera que tenemos los humanos, y que ataca las células propias y da lugar a un síndrome proinflamatorio grave que aparte de la neumonía puede dar lugar luego a un síndrome tromboembólico grave y que se manifiesta de muchas maneras, desde tromboembolismos pulmonares, hasta petequias. Cuando una persona pasa al síndrome neumónico, una disnea con una saturación de oxígeno inferior al 92-93%, la necesidad de hospitalizar al paciente es prácticamente inevitable.

¿Cómo se dividen los casos de la COVID-19 con relación a su gravedad?

El 80% de las infecciones de COVID-19 se producen a partir de personas asintomáticas, que si no son sometidas a un test de diagnóstico, desconocen que están infectadas. De los pacientes infectados por la COVID-19 un 30% son asintomáticos, un 55% sufren una infección media o moderada y un 15% sufren un cuadro severo, de estos un 5% van a la UCI y un 2-3% pueden fallecer. Solamente un 30% de los pacientes considerados asintomáticos de hecho lo son, porque muchos pacientes tienen síntomas más leves como puede ser una fiebre baja, mialgias, náuseas, una pequeña pérdida de olfato, etc. Pese a no tener una evolución clínica severa, estos pacientes siguen siendo contagiosos hasta dos semanas después de la primera aparición de los síntomas.

¿Cuál es el peor pronóstico de los pacientes infectados por la COVID-19?

Se considera que los pacientes infectados por la COVID-19 que empiezan con un cuadro gripal son aquellos que van a tener síntomas moderados, y los que empiezan con un cuadro de fiebre y, tras un periodo de 6-10 días de los primeros síntomas de la infección, empiezan a desarrollar síntomas respiratorios como la disnea (dificultad para respirar), son los que suelen ser los pacientes más graves y necesitan hospitalización porque empiezan a aparecer las neumonías. Cuantas más comorbilidades tengan estos pacientes, mayor será la posibilidad de que fallezcan. Hasta un 50% de los pacientes que se ingresan en la UCI mueren.

Los pacientes más contagiosos son los que tienen un síndrome grave porque están eliminando durante más tiempo el virus, por no conseguir controlar bien la infección que hace que el virus se replique. Sin embargo, los pacientes asintomáticos o moderados en seguida dejan de ser contagiosos porque desarrollan una respuesta inmune.

Cuando tenemos PCR positivas los pacientes son potencialmente contagiosos, un paciente deja de ser infeccioso una vez que empieza a presentar la PCR negativa tenga o no los anticuerpos.

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COVID-19 - Qué es

El SARS-CoV-2, que todos conocemos como el nuevo coronavirus que causa la enfermedad COVID-19, es uno de los siete coronavirus que pueden infectar a las personas, como el SARS-CoV-1 (síndrome respiratorio agudo grave de 2003) y el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio).

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¿Qué son los coronavirus?

Los coronavirus son virus relativamente frecuentes y conocidos en patología veterinaria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los coronavirus como una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. Para los seres humanos, se conoce que varios coronavirus causan infecciones del tracto respiratorio y que pueden ir desde un resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS). El coronavirus que se ha descubierto más recientemente causa la enfermedad por coronavirus COVID-19.

El origen de la pandemia

El 31 de diciembre de 2019, las autoridades de Salud Pública de Wuhan (provincia de Hubei, China) informaron sobre un agrupamiento de 27 casos de neumonía de etiología desconocida, incluyendo siete casos graves con antecedentes de una exposición común a un mercado mayorista de marisco, pescado y animales vivos de la ciudad, sin identificar la fuente del brote.

El 7 de enero de 2020, científicos chinos identificaron como agente causante del brote un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae, ahora denominado SARS-CoV-2. Este virus tiene un genoma bastante próximo al genoma del virus de un murciélago, y probablemente ha tenido un huésped intermediario como debe ser el pangolín.

El 20 de enero de 2020 las autoridades chinas confirmaron la transmisión de persona a persona del nuevo virus. El día 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia mundial. Esta se transformó en la primera pandemia producida por un coronavirus que ha afectado a todo el mundo.

El virus SARS-CoV-2

El SARS-CoV-2 es el virus que causa la enfermedad COVID-19. Es un virus zoonótico que se parece hasta un 76% al SARS original y un 50% al MERS. Este virus infecta a muchas personas por tener un número reproductivo bastante elevado en comparación a otras enfermedades respiratorias.

Apesar de que algunos de los síntomas son similares a los de la gripe que ya estamos acostumbrados, un estudio realizado en Francia en el 2020 comparando las tasas de mortalidad entre el virus de la gripe y el SARS-CoV-2 llegó a la conclusión de que el virus que causa la COVID-19 tiene una tasa de letalidad tres veces más alta que el virus influenza que causa la gripe estacional.

Síntomas

La COVID-19 afecta especialmente a personas mayores o con patologías previas. Algunos de sus síntomas más característicos son tos seca, fiebre o cansancio pudiendo aparecer problemas respiratorios en los casos más graves. Otros síntomas menos frecuentes que afectan a algunos pacientes son:

Estos síntomas suelen ser leves y comienzan gradualmente. Algunas de las personas infectadas sólo presentan síntomas leves.

Propagación de la COVID-19

Un individuo puede infectarse por la COVID‑19 si entra en contacto con otra persona que también esté infectada por el virus, de forma directa (contacto directo) y de forma indirecta (contacto con superficies u objetos utilizados por alguien infectado). Esta enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas, que tienen un diámetro de 5 a 10 micrómetros (µm) que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada cuando la misma habla, tose o estornuda. Estas gotículas no llegan muy lejos y caen al suelo en segundos. Además, es posible que las gotículas caigan en fómites, es decir, objetos y superficies que usamos en nuestro dia a dia, como mesas, sillas, pomos, etc, de modo que si tocamos estos objetos/superficies y la superficie está contaminada y luego tocamos los ojos, la nariz o la boca, podemos infectarnos.

El virus también se puede transmitir a través de núcleos goticulares o aerosoles, cuyo diámetro es inferior a 5 micrómetros. Estos núcleos contienen microbios y pueden permanecer en el aire durante periodos prolongados y llegar a personas que se sitúen a más de un metro de distancia.

Por cada gotícula liberamos alrededor de 1.200 aerosoles. Por lo tanto, debemos prestar atención a dos elementos fundamentales: primero, la transmisión por el aire de las partículas y segundo, el tiempo en que se permanece en un mismo lugar sin renovación constante del aire.

Por todos estos motivos es fundamental mantener las distancias de seguridad y mantener al menos a un metro de distancia de los demás, además de un lavado frecuente de manos con agua y jabón o con alcohol o geles hidroalcohólicos.

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COVID-19 y Gripe

Hoy en día el SARS-CoV-2 se ha erigido como el protagonista de los cuadros de infección respiratoria. Esto no quiere decir que dejen de tener importancia otros virus como por ejemplo, la gripe. Sí que es verdad que desde que saltó la alarma de un nuevo virus, los medios de comunicación han puesto menos el foco en la gripe. Sin embargo también hay que considerar que desde el inicio de la pandemia, es probable que haya habido menos casos de gripe en comparación con años anteriores gracias a la imposición de medidas como por ejemplo, el uso de mascarilla e hidrogeles.

La información que disponemos del virus de la gripe es mucho más amplia de la que podemos disponer del virus SARS-CoV-2. Aunque ambos virus afectan al aparato respiratorio y presentan síntomas bastante similares como la fiebre, tos, dificultad para respirar (disnea), cansancio, dolor de garganta, dolor o molestias musculares, dolor de cabeza y escalofríos, son virus totalmente diferentes. La diferencias entre ambos virus se explican a continuación:

La infecciosidad

La infecciosidad del coronavirus es muchísimo mayor, aproximadamente el dos o tres veces mayor que la infecciosidad de la gripe. El número reproductivo básico (R0) del coronavirus se encuentra entre 2,3 y 3,5, mientras que el de la gripe se mueve entre 1,2 y 1,4.

La mortalidad

La mortalidad del virus se cifra entre 2,5% y 4%. Es casi 20 veces mayor que la de la gripe. Además la gripe es claramente estacional.

La inmunidad

La inmunidad frente al coronavirus es protectora pero a su vez por ahora desconocida muchas de sus características. Se estima que puede durar entre 8 meses y 2 años como máximo. En cambio acerca del virus de la gripe sí que se conocen muchos aspectos en relación con la inmunidad asociada. La inmunidad del virus de la gripe es muy compleja (fenómeno imprinting). Sin embargo, ya que los humanos llevamos en contacto con el virus de la gripe durante mucho tiempo, hemos conseguido que cada nueva cepa del virus de la gripe se estacionalice en un año o un año y medio. La situación generada por el SARS-CoV-2 es diferente ya que es la primera vez que un coronavirus causa una pandemia (los anteriores SARS y MERS no llegaron a tener la dimensión de una epidemia a nivel global o pandemia).

Profilaxis primaria/terapia

No existe para el caso del coronavirus, todavía es muy pronto. Sin embargo, para la gripe sí que hay profilaxis primaria y terapia. Existen antivirales y antigripales con muy buenos resultados, como por ejemplo, baloxavir (de una sola dosis) o peramivir entre otros.

Con esto se quiere aclarar que a pesar de ser virus que afectan y se transmiten de manera similar son virus diferentes y por lo tanto son tratados de manera distinta. En ningún caso la vacuna de la gripe protege frente a la COVID-19. Ningún estudio científico hasta el momento ha confirmado que la vacuna de la gripe puede acabar con el coronavirus. Lo que se pretende con cualquier vacuna, incluida la de la gripe, es que se produzca una activación de la respuesta innata contra el virus que constituye el objetivo particular de la vacuna en cuestión. Por ello, la vacuna de la gripe solo es efectiva contra el virus de la gripe y en ningún modo contra el coronavirus.

El coronavirus y el virus de la gripe son virus compatibles y es posible sufrir las dos enfermedades a la vez. Por eso es recomendable vacunarse de la gripe para así, intentar evitar al menos una enfermedad y con ello una evolución con peor pronóstico de la COVID-19.

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COVID-19 y Salud mental

La crisis desencadenada por la pandemia ha causado innumerables daños. Debido al incesante aumento de casos, nos hemos visto obligados a permanecer en casa durante una temporada y a adaptar nuestra vida a este nuevo entorno. A raíz de esta situación de incertidumbre, un elevado porcentaje de la población ha empezado a padecer enfermedades mentales tales como la ansiedad, la depresión, la bipolaridad y otros trastornos tales como estrés agudo entre otros.

La situación de las personas que tenían problemas mentales con anterioridad a la pandemia se ha visto afectada y un porcentaje de la población que disfrutaba de una buena salud mental ha visto como esta se deterioraba en los últimos meses.

Los expertos observaron que un gran porcentaje de pacientes presenta pensamientos y comportamientos similares: bajos ánimos, dificultad para ejecutar las actividades de la vida diaria, pensamientos negativos, pensamientos rumiativos, distorsión de la realidad, negatividad, pánico al futuro, sensación ansiosa, insomnio, preocupación recurrente en torno a la situación sanitaria y económica.

Estos síntomas no solo se pueden observar en adultos, sino también en niños y adolescentes. Los expertos afirman que 1 de cada 4 niños padecen síntomas depresivos y de ansiedad debido a la situación causada por la pandemia. Las circunstancias anormales que estamos viviendo están provocando secuelas en la población infantil. Esta situación ha supuesto una limitación en como los niños socializan, aspecto fundamental en sus etapas de crecimiento y desarrollo. Debemos prestar atención a estos niños y niñas para que sus trastornos no permanezcan en el tiempo y no desemboquen en problemas mayores.

Los adolescentes también sufren estos trastornos. Muchos de ellos han visto truncados sus estudios, sus actividades, su vida social, etc. Ellos son más conscientes de lo que ocurre en comparación con los niños. Sin embargo, en general ninguno de los dos grupos considera que están "enfermos" y por lo tanto no suelen pedir ayuda. Va a ser muy difícil por parte de los padres saber qué les ocurre, por eso sería recomendable prestar atención a su comportamiento y tomar acción antes de que sea tarde.

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COVID-19 y Diabetes

La diabetes, si no se trata, puede traer complicaciones sobre todo de índole cardiovascular, por ejemplo, infarto de miocardio, ictus, ceguera y otras más graves. Con respecto a la situación que estamos viviendo, en caso de que una persona con diabetes se infecte de COVID-19, tendrá más probabilidades de sufrir complicaciones graves e incluso llegar a la muerte.

Un buen control de la diabetes es fundamental para prevenir futuras complicaciones a causa del virus. Los expertos resaltan que la enfermedad en sí no es un factor de riesgo de contraer el virus, el peligro reside en la peor evolución de la enfermedad y la existencia de comorbilidades, es decir, la presencia de uno o más trastornos además de la enfermedad en cuestión. Además, como cualquier infección, el virus puede descompensar la evolución de una enfermedad previa del paciente. En caso de la diabetes, podría verse descompensada necesitando más aporte de insulina o cambios en la medicación antidiabética.

Dentro de los tipos de diabetes, el tipo II es el que más riesgo tiene por las comorbilidades asociadas como hipertensión, obesidad e insuficiencia cardíaca.

Los expertos recomiendan, además de un tratamiento apropiado, realizar ejercicio con frecuencia, seguir una dieta saludable para mantener un buen control glucémico que ayude a la mejor evolución de la enfermedad y si es posible, vacunarse contra la gripe porque la coincidencia de ambas enfermedades puede ser catastrófica.

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La inmunidad frente al coronavirus es protectora pero a su vez por ahora desconocida muchas de sus características. Se estima que puede durar entre 8 meses y 2 años como máximo. En cambio acerca del virus de la gripe sí que se conocen muchos aspectos en relación con la inmunidad asociada. La inmunidad del virus de la gripe es muy compleja (fenómeno imprinting). Sin embargo, ya que los humanos llevamos en contacto con el virus de la gripe durante mucho tiempo, hemos conseguido que cada nueva cepa del virus de la gripe se estacionalice en un año o un año y medio. La situación generada por el SARS-CoV-2 es diferente ya que es la primera vez que un coronavirus causa una pandemia (los anteriores SARS y MERS no llegaron a tener la dimensión de una epidemia a nivel global o pandemia).

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COVID-19 y Embarazo

¿Me puede afectar el virus de manera diferente al estar embarazada? ¿El virus podría tener consecuencias en el feto? ¿Podré perder el feto? ¿Qué ocurrirá en el parto si resulto ser infectada? ¿Mi hijo/a podrá infectarse? ¿Podré atender a mi hijo después del parto? ¿Podré amamantar a mi hijo?

Estas y muchas otras preguntas son planteadas por las mujeres en relación a su embarazo y el día del parto.

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Durante el embarazo

Hasta ahora, con los datos que disponemos, podemos decir que las mujeres embarazadas no son más susceptibles de infectarse por el virus, ni de presentar complicaciones graves respecto al resto de personas de su mismo rango de edad. La infección tampoco está asociada con un riesgo mayor de aborto esponáneo o parto prematuro espontáneo. Sí que es verdad que el embarazo implica cambios en el sistema inmunitario que pueden aumentar el riesgo de contraer infecciones respiratorias virales, como por ejemplo la gripe y ahora, la COVID-19. Según la guía para el manejo clínico de mujeres embarazadas y de neonatos ante la infección por el virus publicada por el ministerio de sanidad de España explica que un gran porentaje de mujeres embarazadas (alrededor del 80% de la población general) podrían pasar la enfermedad de forma leve o incluso asintomática. A esto le tenemos que añadir la presencia de patologías previas que pueden agravar aún más la situación. Por esta razón, son consideradas grupos de riesgo. Por lo tanto, en caso de presentar síntomas, es recomendable llamar al centro médico. Es de suma importancia hacer un diagnóstico y tratar el problema de forma precoz para evitar complicaciones futuras.

Respecto al feto, hasta la fecha hay evidencias de que exista transmisión vertical. Las madres son capaces de transmitir la enfermedad al feto durante el embarazo a través de la placenta, pero las probabilidades de que ocurra son bajas. Aunque ocurra, no hay evidencias claras de que pueda causar malformaciones fetales. La transmisión en el momento del parto puede ser posible, pero según los datos, la enfermedad que se produce en los recién nacidos suele ser leve.

Durante el parto

En cuanto al parto, en caso de resultar infectada, hay un protocolo de actuación que variará en función del hospital. En general, la paciente deberá llevar mascarilla quirúrgica en todo el momento del parto y los asistentes el traje de protección. Podrá asistir un acompañante pero sólo y cuando no presente síntomas y no haya dudas sobre si ha estado en contacto con algún posible positivo los 10/15 días previos.

Después del parto, si el bebé no presenta síntomas podrá estar en la misma habitación que la madre respetando las medidas de precaución (a dos metros de la cuna, mascarilla en todo momento, limpieza de manos frecuente sobre todo antes de tocarlo) necesarias hasta que se analicen los resultados del laboratorio. Sería recomendable contar con el apoyo de un familiar que, no presentando síntomas y con las medidas de protección adecuadas, se encargue del cuidado del bebe en la misma habitación.

Una práctica muy habitual y recomendada es el "piel con piel". Si la paciente está infectada es muy probable que el recién nacido se contagie. En este caso, el personal sanitario le explicará los beneficios y los riesgos sobre esta técnica, aunque la decisión final siempre recaerá sobre los progenitores. Lo mismo ocurre con la lactancia materna. Esta aporta numerosos beneficios y si el estado de la paciente y del recién nacido lo permiten, se recomienda amamantar al bebé incluso si la paciente es un positivo confirmado y por lo tanto hay riesgo de infección. Esto se llevará a cabo con unas medidas estrictas: uso de mascarilla, lavado de manos, limpieza de la piel de la zona del pecho y de todas las superficies que puedan estar en contacto. También cabe la posibilidad de extraer la leche previamente en caso de que la paciente esté en una situación grave.

Al tratarse de un virus nuevo, cada día se dispone de información más actualizada, lo importante es seguir tomando las precauciones adecuadas para protegerse de la exposición del virus y buscar asistencia médica si se presenta fiebre, tos, sensación de falta de aire o malestar general.

En general, las autoridades sanitarias como por ejemplo el Ministerio de Sanidad español ofrecen unas pautas básicas generales para las mujeres embarazadas:

  1. Quedarse en casa
  2. Llamar al médico de cabecera en caso de presentar síntomas
  3. Respetar las medidas de prevención
  4. Mantener hábitos saludables
  5. Prestar atención al bienestar emocional

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Nombre que adquiere el embrión a partir del tercer mes de la concepción y hasta el nacimiento de un nuevo ser humano.

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Sistema muy complejo de nuestro organismo (compuesto por una serie de órganos y células) que nos defiende frente a infecciones, enfermedades y sustancias extrañas.

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Se denomina asintomática, en relación con una patología, a una persona que no presenta síntomas propios de esa condición de salud.

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Es un órgano efímero (desaparece tras el nacimiento) en forma de bolsa, que comienza a formarse en la segunda semana tras la fecundación y que relaciona estrechamente al bebé con su madre y atiende las necesidades de respiración, nutrición y excreción del feto durante su desarrollo. La placenta se desarrolla de las mismas células provenientes del espermatozoide y del óvulo que dieron lugar al feto.

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COVID-19 - Vivir con la enfermedad - Familia

Si tienes un miembro de la familia en casa pasando la COVID-19 es necesario seguir medidas especiales para evitar contagios de los otros convivientes. Para esto, se recomienda:
  • Establecer una zona de aislamiento dentro de la casa. La persona infectada debe aislarse ocupando preferiblemente una habitación individual. En caso de que no se disponga de una habitación individual, separar las camas lo máximo posible para mantener una distancia de seguridad.
  • Restringir el uso de un lavabo solamente para esta persona, si es posible.
  • Garantizar que la ventilación del sitio donde la persona está aislada y de los espacios compartidos sea adecuada y mantentener la ventana abierta si hay la posibilidad de hacerlo y es seguro.
  • No permitir visitas externas al domicilio.
  • Cuando la persona necesite salir de su zona de aislamiento, debe hacerlo con guantes y mascarillas y es imprescindible mantener la distancia de seguridad con  los demás. En caso de que los miembros de la familia tengan que entrar en la habitación del enfermo, los mismos deben ponerse una mascarilla y no tocar ni la mascarilla ni la cara. Cuando salgan de la habitación deben desechar la mascarilla y lavarse bien las manos.
  • No compartir objectos de uso personal con nadie más, como puede ser el caso de vasos, toallas, cubiertos, sábanas, pasta de dientes, etc.
  • Limpiar con frecuencia (por lo menos una vez al día) objetos que se toquen con regularidad como mandos, teléfonos, pomos y manillas, interruptores, mesas, etc.
  • Al toser o estornudar cubrir la boca con el codo o con un pañuelo que debe ser desechado inmediatamente tras su uso.
  • Embalar en bolsas resistentes y bien cerradas los residuos de la persona infectada antes de desecharlos.

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