En la diabetes tipo 1, el tratamiento es la insulina, además de la dieta y el ejercicio. En la diabetes tipo 2, el tratamiento se inicia con dieta y ejercicio, se sigue con antidiabéticos orales y suele terminarse con insulina.
El paciente diabético debe controlar su glucemia midiéndola con un glucómetro antes del desayuno, la comida y la cena, así como dos horas después de las mismas, estableciendo un perfil glucémico.
Hay que tener en cuenta que la glucemia capilar es un 10% más baja que la glucemia obtenida de sangre venosa. La frecuencia con la que debe hacerse el perfil de glucemia, dependerá del tipo de tratamiento y del grado de control de los valores de glucemia.
No hay una recomendación unánime, así que dependerá de las indicaciones del médico, pero generalmente podría ser suficiente con una vez por semana o por mes. Un buen control es conseguir glucemias preprandiales entre 80 y 120 mg/dL, y posprandiales inferiores a 180 mg/dL.
La dieta es fundamental para el diabético, incluso aunque su glucemia esté dentro del rango considerado como normal. Asimismo, el ejercicio físico es lo que más glucosa consume y, por tanto, debe ser regular y de intensidad acorde con el estado de entrenamiento del paciente e incluso repartido en varias sesiones al día. El mejor ejercicio es caminar sin llegar a la fatiga.
El paciente diabético debe distinguir y saber corregir dos situaciones habituales: la hipoglucemia (nerviosismo, sudoración fría, mareo, aturdimiento y cefalea, incluso puede llegar a desmayarse) y la hiperglucemia (generalmente no da síntomas). La hipoglucemia es peor tolerada que la hiperglucemia.
El embarazo en la mujer diabética debe ser siempre planificado y es aconsejable limitar a dos el número de hijos. Los embarazos se deben tener a edades jóvenes.
El conocimiento de la dieta es fundamental para el paciente diabético. Hay que tener en cuenta que la insulina y algunos antidiabéticos orales hacen ganar peso. El contenido en fibra debe ser alto, las proteínas entre 0,6-0,8 g/kg/día según tenga o no nefropatía y las grasas deben ser el 30% del total de las calorías de predominio poliinsaturadas. El ejercicio físico es lo que más baja la glucemia. Debe ser diario (fundamentalmente andar una hora, incluso repartido en dos sesiones; a media mañana y a media tarde) y de una intensidad de entre el 60%-70% de la frecuencia cardiaca máxima (FCM = 220 – edad).
Es fundamental el autocuidado, especialmente de los pies, los dientes (la diabetes favorece la caries y las infecciones) y la piel. En los pies, suelen aparecer infecciones ungueales de la uñas (onicomicosis) con frecuencia y úlceras, y por ello debe visitarse al podólogo con una frecuencia variable según la situación, pero desde luego una vez por año.
El perfil glucémico es fundamental para saber si el tratamiento está siendo efectivo. El paciente debe utilizar el glucómetro y pincharse antes del desayuno, la comida y la cena, así como dos horas después de las mismas. En total, debe realizar seis determinaciones. Para saber si el perfil está bien, el valor preprandial de la glucemia debe estar entre 80-120 mg/dL y el posprandrial debe ser <180 mg/dL.
La complicación más temida por el diabético es la ceguera. En la diabetes tipo 2, el 25% de los enfermos tiene retinopatía en el momento del diagnóstico. Sin embargo, es la complicación de la diabetes más fácil de prevenir. El diabético debe acudir con una frecuencia mínima de una vez al año al oftalmólogo. La mejor prevención para la retinopatía diabética es un buen control de la glucemia y de la presión arterial.
La nefropatía diabética puede llevar a la insuficiencia renal crónica y a precisar de diálisis. El signo más precoz de afectación renal en el diabético es la microalbuminuria. Si es posible, la mejor manera de detectarla es determinarla en la orina de 24 horas, aunque lo habitual es determinarla con la orina de ocho horas, normalmente nocturna, que es donde menos se excreta. Debe evitarse el ejercicio los días previos y las causas intercurrentes que aumentan su eliminación urinaria (infección de orina, dieta hiperproteica, etc.). La neuropatía es la complicación crónica más frecuente en el diabético, y la mayoría de ellos la padecen de forma subclínica. Se presenta como parestesias o dolores, generalmente en las piernas, y tiene muchas formas de presentarse. Se detecta con una exploración neurológica en donde se comprueba la sensibilidad dolorosa, térmica y vibratoria, así como los reflejos osteotendinosos.