Es sabido que la salud física y la mental tienen una estrecha relación con unos hábitos alimentarios saludables. Las personas pueden en ocasiones recurrir a la comida para sentirse mejor cuando experimentan emociones como la ansiedad, la frustración o la soledad. Son estos sentimientos los que suelen generar un uso inadecuado de la alimentación.
También se establecen lazos afectivos y emociones positivas a través de la comida. El individuo conoce el mundo, desde su más tierna infancia, utilizando su boca. Su primera relación de afecto es con las personas que lo alimentan. Surge así una relación básica que perdurará durante toda su vida: la nutrición y el afecto.
Prevención de los trastornos de la alimentación
Para comprender por qué ocurren los trastornos de la alimentación (anorexia y bulimia) hay que entender la complejidad de la sociedad en la que vivimos y de la propia mente humana, ambas áreas sobradamente estudiadas por autores y especialistas en ambas materias. Sin embargo, es importante recordar que el periodo de la adolescencia es especialmente delicado por los cambios psicológicos que se producen y, por tanto, la labor de prevención es esencial durante este periodo.
La anorexia y la bulimia nerviosas son dos de los principales trastornos de la alimentación cuyo origen se encuentra en alteraciones psicológicas. En ambas hay un obsesión por la figura corporal y el peso, que se intenta controlar a través de distintas prácticas o dietas. Ambas afectan más a las mujeres que a los hombres, especialmente a las mujeres jóvenes o adolescentes. La principal causa del aumento de estas enfermedades en la sociedad occidental parece ser la presión por el canon estético imperante, que en la actualidad está cerca de la delgadez extrema. Es importante vigilar los síntomas de comportamiento que pueden derivar en el desarrollo de alguna de estas enfermedades, como son la negación del hambre, el pánico a ganar peso, la irritabilidad, la disminución de la ingesta de líquidos o incremento excesivo del ejercicio físico.